Vladimir no demoró más de 10 minutos en llegar a una farmacia, con el poder que le concedía el ser conocido por casi todos en la ciudad, solicitó la medicación que había ido a buscar, y por supuesto que las empleadas se apresuraron a darle cuanto calmante existiera, por supuesto que no se atrevieron ni siquiera sonreír al ver al líder de una de los clanes más grandes de Rusia el solicitar calmantes para el periodo, pues estas mujeres no sabían si considerar afortunado desafortunada a la mujer en la cual el zar de la mafia rusa se había fijado, pero cuando el ruso retornó a su departamento grande fue su sorpresa al darse cuenta de que Lucya no estaba, por lo que sin demora marco el número de Lev.
—Vladimir ¿qué es lo que sucede? —indagó casi de inmediato el moreno.
—Tu hermana, qué más puede suceder, no está en el departamento. —Vladimir escuchó la maldición que salió de la boca de Lev un segundo ante de que esta respondiera.
—No te preocupes, tengo intervenido su teléfono móvil, la ra