Los días que siguieron fueron una completa locura para Lucya, quien cada día despertaba con reclamos de Vladimir, la morena en verdad no sabía qué se creía el ruso, y en más de una oportunidad se lo dejó en claro.

—Presta atención en lo que te digo Lucya, mantén la distancia de ese norteamericano, o no irás más a la universidad. —la morena que ya había tomado el pomo y estaba pronta a salir del departamento giró como si el mismo diablo se lo hubiese metido dentro.

—Pero ¡¿qué m****a te crees que eres?!, ¿acaso nos hemos casado y no me he dado cuenta?, no, espera, incluso si fueses mi esposo jamás permitiría que un hombre me diga qué es lo que puedo o no puedo hacer, o con quién debo hablar y con quién no, por un demonio Vladimir, ni mi padre me ha ordenado tal cosa, ¡tú no vendrás a tratarme como uno de tus empleados!

Y dicho eso, la puerta cerrándose en la nariz de Vladimir fue el detonante, el zar de la mafia rusa estaba más que furioso y cada día fue peor que el anterior, Lucya real