Lucya estaba sumida en una oscuridad aterradora, aunque sus ojos no estaban vendados, ella se sentía vagar entre sombras, habían matado a Dima, eso es lo que su cabeza repetía, había perdido a su mejor amigo, a su amor de infancia, esa persona, su persona, la que la entendía así sea con una mirada ya no estaba, por su mente solo pasaba lo injusto de la situación, porque en verdad él no podía morir se lo había dicho su sol esperaba por él, entonces simplemente no podía abandonarla.
—¡Vamos muévete!
No fue la voz de Emiliano quien la sacó de su estupor, tampoco el hecho de que el helicóptero se sacudiera fue más bien la mano cerrándose sobre su cabello, y el dolor en su cuero cabelludo lo que finalmente la sacó de esa oscuridad para traerla a la realidad incierta.
—¡Suéltame! ¡¿qué haces?! ¡esto es un secuestro, ayuda!
Comenzó a gritar la joven, aun a sabiendas de que ninguna de las personas que se encontraba allí le ayudaría, al menos aún estaban en Rusia, aunque la morena maldijo una