Cap.47

En cuanto doblamos el pasillo que llevaba a mi despacho, Marissa estaba allí, sentada en recepción, tecleando algo en el ordenador. Cuando me vio, soltó esa sonrisita que siempre me deixaba en alerta.

Pero lo que me llamó de verdad la atención fue la expresión de Ariel cuando se quedó helada al ver a Marissa. Su cara se cerró en un segundo y, antes de que yo pudiera entender qué pasaba, entró en mi despacho y dio un portazo.

Me quedé quieto, parpadeando varias veces, sin entender nada.

—¿Qué ha sido eso? —pregunté, girándome hacia Marissa, que me miraba con un aire divertido—. ¿Qué está pasando aquí?

Ella se encogió de hombro

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