Cristal se quedó callada un momento, dejando que la idea se asentara en su mente. Era perfecto. No solo cumpliría con el aislamiento que necesitaba, sino que también sentía un alivio al pensar que era un lugar apartado y tranquilo, lejos de todos.
—¿Una cabaña? —repitió, casi como si no pudiera creerlo—. Me encantaría. —¡Pues vamos! —resolvió de inmediato Gerónimo, aunque un detalle lo detuvo por un momento. Miró el reloj y luego, a Cristal—. No sé dónde podríamos encontrar ropa para ti a esta hora. —No importa —interrumpió ella con tono práctico, sintiéndose algo segura tras ver la disposición de él para resolver cualquier inconveniente—. Creo que con las que compró tu hermano es más que suficiente. Además, si necesitamos algo má