Vamos hacia la cabaña. Al llegar, miro todo con nostalgia, recordando lo hermosa que era la decoración y aquel momento en que Gerónimo me pidió matrimonio. Me doy cuenta de que él también lo hace. Comemos en silencio y nos acostamos. Volvemos a dormir todo el día y la noche. Nos levantamos, nos bañamos, comemos y dormimos. Esa es nuestra rutina; así pasamos un largo tiempo.
—Amor, vamos a dar un paseo —le pido a Gerónimo, que lleva dos días jugando obsesivamente con las pistolas.—¿A pasear? ¿Quieres? ¿Te sientes mejor? —pregunta, guardando el arma de inmediato.—Sí, quiero pasear por los alrededores. El día es hermoso —digo, tratando de parecer animada—. ¿Hay algún lugar por aquí que me quieras enseñar? La otra vez que vinimos no salimos de la habitación.Gerónimo me ob