No podemos creer que hayamos atrapado a uno de los nazis más perseguidos por sus crímenes de guerra. Aunque Carlos y Fabrizio se negaron en un inicio a entregárselo a Casio, cuando la abuela nos llamó para informarnos, los convencí de que esa era la mejor solución para que todo lo relacionado con el ataque, las muertes y demás quedara opacado por esta noticia.
—Mira, Casio, ¿lo puedes creer? Toma —le digo alargándole las pruebas que lo confirman; la abuela es muy buena en eso—. Este desgraciado ha estado entre nosotros todo este tiempo y no lo supimos.—¿Qué quieres decir? —pregunta, mirando la información que le doy.—Trabajaba aquí, en la clínica de Luigi. Coral lo descubrió ayer —continúo informando mientras él lee los documentos—. Era quien la torturaba, entre otros, en la escuela en Alemania. Parece