La abuela Nora se llevó una mano al rostro, intentando contener las lágrimas mientras el pasado se desdoblaba en palabras que retumbaban cada vez más fuerte. Tomó la mano de mi abuelo y nos mostró la marca.
—La de mi hermana también lo es y se lo dije a papá; no necesitábamos más pruebas para saber que era Lena —siguió diciendo el tío Enril—. Pero también había un detective que nos lo aseguró. Se acercó a nosotros y tenía todas las pruebas que poseía Lena con ella. —Yo no sabía nada de eso, papá. Fue la malvada Rosalía —dice mamá, emocionada y visiblemente molesta. —Mejor Lena, querida —dice papá con un cariño que nunca le habíamos visto con la impostora Rosa—. Deja que ellos terminen su historia y nosotros le contamos la nuestra despu