Oleadas de placer me recorrieron y dejé de hacer el esfuerzo de recordar; solo me dediqué a sentir. Puse mi mano en su cabeza y lo apreté con fuerza. Maxi, en respuesta, chupó, mordisqueó y succionó con más ahínco.
— Gatito, gatito… —gemí, apretándolo aún más. — ¿Te gusta, Thea mu? Quiero oírte decirlo, ¿te gusta? — Me encanta, no pares, por favor, no pares… — Abre las piernas… —exigió con voz ronca, pero yo no reaccioné. Al percatarse de mi miedo, siguió chupando, mordisqueando y succionando mis pezones, mientras con una pierna abrió las mías y se colocó en medio de las dos. Su miembro quedó justo en mi centro, haciendo que me estremeciera y temiera al mismo tiempo. Permaneció quieto, besándome y roz&a