Jadeé de placer, enloquecida, moví mi pelvis sincronizándola con la suya, preguntándome por qué no le había permitido antes hacerme el amor. Subí al cielo una y mil veces, sintiendo cómo mi cuerpo era un torbellino de sensaciones. Todo mi ser sentía ante el roce de cualquier parte de su cuerpo con el mío. Ambos sudados, ambos deseosos de seguir sintiendo, ambos locos de placer, y un calor enorme se fue expandiendo por todo mi cuerpo desde mi vientre. Atrape sus glúteos y lo impulsé con fuerza dentro de mí; quería que se hundiera más y más, cada vez más.
Maxi respondió a mi deseo, hundiéndose una… dos… tres… cuatro… veces con fiereza, mientras lo escuchaba gruñir de gozo. — ¡Voy, Thea mu, no aguanto más, voy…! —casi gruñó en mi oído al tiempo q