506. CONFESANDO NUESTRO AMOR

Salimos nuevamente rumbo a la habitación de Cristal y su mamá, pero nos avisan que las han cambiado. Nos dirigimos a la nueva ubicación. Me abrazo de mi Gatito, algo que nunca le he permitido hacer, ni yo lo había hecho, y él me mira feliz.

—Me gusta esta nueva Coral —dice, abrazándome enseguida—. Mi prometida, Coral Garibaldi.

—Tú siempre me has gustado, Maximiliano Papadopulos —contesto, apretándolo más.

—¿¿Siempre?? —pregunta, girándose para mirarme incrédulo.

—Sí, desde que iba con mi prima a mirarte —le confieso, recordando aquellos días en los que lo observaba desde lejos—. Me gustabas por lo rudo que eras, aunque también te odiaba.

Maximiliano se detiene frente a mí, sosteniéndome la mirada con intensidad. Su ceño se frunce apenas un poco, lo suficiente para evidenciar su mezcla de desconcierto y orgullo. Aunque su voz baja es casi un susurro, la firmeza en sus palabras permanece intacta.

—Coral, ¿cómo se entiende eso? Te gustaba, pero me odiabas —inquirió mientras entrelazaba
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