505. LA VISITA A VICENCIO

El elevador se detiene en el piso de recuperación, y antes de que las puertas se abran por completo, siento cómo sus brazos aflojan el abrazo, pero no me suelta del todo. Es como si siempre quisiera tener contacto conmigo, como si cada pequeño gesto le recordara que seguimos juntos.

—Bueno, un beso más —concedo finalmente, mirándolo de reojo mientras salimos del elevador—. ¿No te vas a pasar?

—¡Lo prometo, te doy mi palabra! —Levanta su mano como si estuviera jurando. Es muy divertido mi Gatito.

Me río al salir del elevador, sintiéndome muy feliz. El hospital nos envuelve rápidamente en esa atmósfera fría y cargada de ansiedad, pero entre nosotros parece haber una burbuja que lo hace todo menos pesado. Nos dirigimos hacia la habitación de Vicencio, pero me detengo.

—Ven acá —digo, y lo beso con todo el deseo que he tenido rete
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