Los disparos se habían convertido en ráfagas más espaciadas, esas pausas que siempre te hacen dudar si lo peor ya pasó o si está por comenzar. Pero Amador había sido claro: esto podría tardar. Respiro aliviado al saber que los tengo de mi lado esta vez. No sé qué pasará con los demás pacientes, pero al menos a mi Cielo ni a ninguno de nosotros nos pasará nada.
Gabriel, con Evelin aferrada a su cuerpo, aterrada, saca su teléfono de inmediato y lo escuchamos ordenar:—Entren todos, atrapen a todo el mundo. No quiero que se escape nadie. Saben cuál es la clave para que abran las puertas; solo abran por la que van a entrar, las demás manténganlas cerradas. Traigan los drones —ordena con voz firme.—¿Con quién hablas, Gaby? —pregunta Evelin, asustada.—Con nuestra escolta —contesta con calma Gabriel.&md