Asentí débilmente, pero mi corazón seguía latiendo acelerado. El solo hecho de imaginar a Gerónimo en algún conflicto me dejaba un vacío extraño en el pecho, esa sensación incómoda de saber que los problemas nunca terminan de acomodarse por completo.
—Me alegra que la haya superado —dije, feliz por mi hermano—. Coral es una buena chica, mamá, ya verás que son felices juntos. —¿Lo crees de verdad? —preguntó con preocupación—. Sufrió mucho por amar a Fiorella y temo que esta chica también lo haga sufrir. —Sí, cada vez que están juntos, puedo ver en ellos eso que acabas de decir que ves en mí y en Gerónimo —le aseguré, tratando de ayudar a mi hermano. El sonido de la puerta me sorprendió. —¿Esperamos a alguien, mamá?