Cristal lo vio con preocupación. La línea de tensión en el rostro de su esposo era tan visible que, por un momento, temió que Gerónimo estuviera rompiéndose por dentro. A pesar de los muros que él siempre levantaba, lo conocía lo suficiente como para saber cuándo estaba cargando demasiado.
—Lo sé, Cielo mío. Tanto Guido como yo estamos muy sorprendidos —confesó Gerónimo con un suspiro doloroso—. Ella siempre nos dejaba hacer todo lo que queríamos y hasta nos escondía muchas cosas de papá. Nunca pensé que fuera a hacer todo esto.Gerónimo suspiró profundamente y apartó la mirada del estacionamiento, dirigiéndola hacia Cristal. Ella le sostuvo las manos con las suyas, mirándolo con incredulidad todavía.—¿Tu papá lo sabe? —preguntó, queriendo saber si su suegro