En la casa de Cecil, los padres llegan muy temprano porque tienen que abrir su negocio. La madre va y abre la puerta del cuarto de su hija para verla abrazada a Guido, ambos dormidos profundamente. Sonríe y vuelve a cerrar la puerta. Se dirige a la cocina y comienza a preparar el desayuno. Su esposo la mira y le pregunta:
—¿Está aquí?—Ajá —respondió ella.—¿Crees que Cecil al fin se decida a aceptarlo y a decírnoslo? —preguntó el hombre de nuevo en voz baja.—Si no lo hace ella, lo hará mi niño Guido —aseguró ella con firmeza.—Siempre supe que iban a terminar juntos —dijo él, besando a su esposa en la frente—. Voy a abrir el negocio.—Sí, ve y luego regresa a desayunar. Prepararé desayuno para los cuatro. Ojalá aparezca hoy Gianni —dijo con un suspiro. El arom