Cristal lo observó por un momento. Tras pensarlo un poco, asintió. Habían pasado muchos días encerrados, y ver a otras personas les vendría bien. Además, la idea de conocer a toda la familia de su esposo de una vez la llenaba de curiosidad. Lo ayudó a ponerse de pie, a colocarse con cuidado la camisa, le peinó el cabello y, cuando estaban a punto de salir, la puerta se abrió y apareció Vicencio.
—Buenos días —saludó con una leve inclinación de cabeza—. Gerónimo, ¿puedo hablar a solas contigo un momento? Es urgente.—Cielo, espérame allí al inicio de la escalera. Ya voy —aceptó Gerónimo—. O, si prefieres, baja y busca a Coral.—No, mejor te esperaré —dijo Cristal, que no quería enfrentar a todos los Garibaldi sin su esposo.Gerónimo observó con curiosidad el