Gerónimo asintió, tomando ambas manos de Cristal entre las suyas. Su mirada no solo prometía amor, sino también una protección incuestionable. En ella se reflejaba no solo un hombre enamorado, sino un estratega dispuesto a enfrentarse al mismísimo infierno por ella.
—Lo primero será mantenernos unidos —agregó Gerónimo con calma—. No podemos darnos el lujo de perder ni un segundo más pensando en lo que pudo ser. Ahora es el momento de concentrarnos en lo que debe ser.Stavri lo escuchaba de pie, con los brazos cruzados, como reflejo de un pensamiento siempre calculador. Cristal la conocía bien y sabía lo que significaba aquel gesto.—¿Qué estás pensando, mamá? —preguntó al notar el silencio de Stavri.—Que Gerónimo tiene razón —dijo finalmente Stavri—. Los Greco y los Garibaldi han deci