Stavri observaba a su hija con sorpresa y orgullo. La transformación de Cristal a través de las pruebas y luchas recientes era innegable. La joven que había dejado su hogar inocente y despreocupada había regresado con una voluntad y determinación renovadas. —¿Le diste dos cachetadas? ¡Ja, ja, ja! Eso es mi Cielo, tienes que defenderte. Ni ella ni nadie tiene el derecho de ofender a mi señora —rió Gerónimo, feliz al ver a Cristal molesta y decidida a defender su lugar como esposa. —A lo mejor por eso me mandó a matar. ¿No crees? —preguntó Cristal. —Puede ser, Céu mío —estuvo de acuerdo Gerónimo—. También cabe la posibilidad de que haya quedado algún familiar de ese viejo que eliminó tu papá y que quería que fueras suya. —No creo, mi yerno —
Gerónimo asintió, tomando ambas manos de Cristal entre las suyas. Su mirada no solo prometía amor, sino también una protección incuestionable. En ella se reflejaba no solo un hombre enamorado, sino un estratega dispuesto a enfrentarse al mismísimo infierno por ella.—Lo primero será mantenernos unidos —agregó Gerónimo con calma—. No podemos darnos el lujo de perder ni un segundo más pensando en lo que pudo ser. Ahora es el momento de concentrarnos en lo que debe ser.Stavri lo escuchaba de pie, con los brazos cruzados, como reflejo de un pensamiento siempre calculador. Cristal la conocía bien y sabía lo que significaba aquel gesto.—¿Qué estás pensando, mamá? —preguntó al notar el silencio de Stavri.—Que Gerónimo tiene razón —dijo finalmente Stavri—. Los Greco y los Garibaldi han deci
El Greco pasó la mano por su cabello, con una expresión que combinaba incredulidad y furia. Fabrizio lo miraba, esperando una respuesta sin apresurarse. Sabía muy bien lo que significaba que intentaran matar a uno de los suyos, especialmente a su preciosa hija. Había estado en su lugar muchas veces.—Mi ex socio Evripídes ha convencido a la mitad de mis hombres y, según el espía, han estado hablando de dar un golpe donde más me duela —explicó finalmente el Greco—. Y eso son mis hijos. Están apuntando a mis hijos, Fabrizio.—Está bien, le diré a Fabio y Carlos que pongan a todos nuestros hombres en alerta —respondió Fabrizio de inmediato, decidido a ayudar a su nuevo socio y a su familia—. Pero tenemos un serio problema. ¿Cómo sabremos quiénes están contigo y quiénes no?—Deja que lo solucione con mi segundo, Fabrizio —respondió el Greco rápidamente—. Es cierto, es un poco complicado. Te avisaré cuando sepa; por ahora, que tus hombres sigan comportándose de manera hostil con los míos,
La preocupación invadió a Darío y Asiri. Sabían que el pasado tenía una forma de resurgir cuando menos se lo esperaban y que las heridas antiguas, aunque invisibles, podían causar estragos en el presente. La mención de Domenico Vitale despertaba incertidumbres latentes, ecos de una época que ellos preferían olvidar pero que, como un espectro, regresaba para traer caos.Asiri, con su mirada fija en las cámaras, pensaba en la red de conexiones que tejía alrededor suyo, consciente de que la vida de una persona que amaban estaba en peligro. Jarret, quien parecía tan insignificante en el plano general de las cosas, podría ser la clave para desenredar el complicado entramado de resentimientos y venganzas que amenazaba con arrasar sus vidas.—Está bien, Gerónimo —le dijo Darío mientras sus dedos volaban por el teclado, buscando todo tipo de infor
Asiri buscó de inmediato toda la información que tenían sobre Cristal y puso el video en el que se la veía escapando vestida con el traje de novia que le había regalado Oliver, lanzándose en los brazos de Gerónimo frente a un hotel, y luego a Guido, quien conducía el auto en el que se robó a la novia.—Es de película, ¿no les parece? —preguntó Asiri sonriendo a todos.Todos sonrieron, mirando la pantalla con asombro y esa chispa electrizante que suelen tener las historias que parecen haber sido escritas por un guionista caprichoso del destino. Evelin y Oliver observaron la imagen de Cristal, incredulidad en sus rostros por su nuevo vínculo emocional con su primo; era una revelación que prometía más preguntas que respuestas.—¿Pero cómo sucedió eso? —preguntó Evelin, ansiosa por saber más—. &iqu
Sin perder tiempo, Gerónimo marcó inmediatamente a su hermano Guido, pero este no le respondió, lo que hizo que su corazón se apretara pensando en lo peor. Entonces, llamó a su primo y futuro jefe, Filipo, quien contestó de inmediato.—¿Qué sucede, primo? —preguntó Filipo, preocupado.—No es nada, hermano —aseguró Filipo rápidamente—. Tú quédate tranquilo donde estás; es solo un aviso para que toda la familia sepa que debe estar alerta y aumentar la seguridad. Estamos en guerra, hermano. Recupérate y apaga el teléfono. En las cosas que llevaste hay un teléfono de carta que puedes utilizar. No vuelvan a usar el tuyo ni el de tu esposa, y no llamen a los móviles; llamen a los teléfonos fijos de la casa. ¿Entendido?—Sí, mi hermano —respondió Gerónimo, aceptando de
El bullicio frente al lujoso hotel se dividía entre murmullos, risas y exclamaciones, pero nada, absolutamente nada, podía competir con la imagen de una mujer vestida de novia corriendo descalza, con las faldas de su vestido arremolinadas en sus manos. Su largo velo vuela al aire, mientras ella gira la cabeza hacia atrás, para ver si la persiguen, en lo que su mente le repite una y otra vez que debe escapar, ¡debe huir ahora o no podrá! —¡Detente, amor! ¡Detente…! ¡Me iré contigo, amor, me iré contigo…! —gritó con todas sus fuerzas. Sus palabras cortaron el aire como un impacto directo al pecho de cualquiera que la escuchara. Era un grito de auxilio, un llamado que parecía contener toda la fuerza de quien quiere salvar su vida o… recuperar algo que no quiere perder. —¡No me dejes…! ¡No me dejes…! ¡No me casaré con otro que no seas tú…! —gritó de nuevo. Cortando la monotonía del lugar—. ¡Te amo! ¡Te amo! ¡Espera por mí! La multitud, que al principio apenas prestó atención, no p
La claridad de la ventana hace que abra sus ojos. Está solo en el hotel que reservaron el día anterior para la celebración de su graduación, sin saber cómo regresaron ni a qué hora.—¡Diantres! ¿Por qué tuve que beber tanto ayer? Me mata la cabeza —dice mientras rebusca en la maleta un calmante. La resaca es muy grande, no recuerda apenas nada. Se dirige, después de tomar la pastilla, al baño y se mete en la ducha dejando que el agua bien fría lo ayude a despertar. Tras un rato se siente un poco mejor. Sale y empieza a prepararse para afeitarse cuando algo en su dedo llama su atención. Sí, es un anillo de matrimonio. Y las imágenes de la mujer más bella que ha visto en su vida diciéndole, ¡sí acepto!, en una ceremonia de boda, llegan a su mente.—¡¿Con quién diablos me casé?! —pregunta desesperado, gritando a todo pulmón mientras abandona el baño. Busca respuestas mientras revisa su cama, por si acaso, pero no, no hay nadie en ella. Sale corriendo por la habitación, incapaz de calmar