Fabrizio colgó y llamó al doctor Rossi, quien enseguida le contestó. Lo puso al tanto de la situación y le aseguró que se encargaría de arreglarlo con el Don de la Cosa Nostra. No obstante, llamó a varios de sus hombres para que custodiaran el cuarto de Gerónimo al tiempo que contactaba al Greco.
Con cada acción, Fabrizio se adentraba más en el peligroso entramado de su mundo. La protección de Gerónimo era su prioridad, y la seguridad de Cristal no se quedaba atrás.—Hola, Fabrizio —saludó el Greco, extendiendo su mano.—Yiorgo, necesito tu ayuda —dijo Fabrizio mientras le estrechaba la mano—. Los manos negras de la Cosa Nostra quieren a tu yerno y me temo que intentarán atrapar a tu hija. ¿Tienes un buen escondite donde ponerlos?—¿Un escondite? —preguntó el Greco, preocupado.—Sí