Capítulo 168

El viento del amanecer soplaba frío cuando Emma llegó al invernadero abandonado. El lugar estaba apartado de todo —un antiguo jardín de cristal en las afueras de la ciudad, donde las enredaderas se habían apoderado de los muros y el tiempo parecía detenido. Allí, entre los reflejos del vidrio roto, la esperaba Leticia Salvatierra.

El aire olía a humedad y a rosas marchitas.

Emma avanzó con paso firme. Su abrigo beige se agitaba con la brisa, y en sus ojos ya no había miedo. Solo una serenidad extraña, la de quien ha llorado todo y ahora elige comprender.

Leticia estaba sentada en un banco de hierro oxidado, vestida con un traje oscuro. Parecía más delgada, más pálida. Su

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