El viaje fue programado, las maletas hechas. Las playas más allá de Hampton los esperaban: un cottage aislado, custodiado, reservado solo para unos pocos privilegiados. Ese sería el escenario perfecto donde los futuros esposos podrían conocerse mejor.
Mercedes no quería esperar a que él diera el primer paso. Quería atraparlo, seducirlo, comprobar ese poder del que tanto se hablaba.
Pero para él, se estaba convirtiendo en una tortura. No podía creer haber aceptado semejante tontería. ¿Qué haría en medio de sus padres y esas dos mujeres?
En realidad, se estaba volviendo loco. Hipólito respondía a sus llamadas, pero no aportaba más que monosílabos: «Sí, no, puede ser». La veía moverse por la casa como si estuviera perdida. Lo comprobaba cada vez que encendía las cámaras.
No lo soportó más. El diablo lo llevaría otra vez cuando ella le volviera la cara y le disparara esas palabras hirientes. Era más fuerte que él. Lo que Verónica le hacía sentir era más fuert