El otro Líder de Clan que sabía lo mismo era el Jaguar Lavalle.
Hipólito podía utilizar su influencia, el respeto que inspiraba en otros Lobos, pero no pudo despistar del todo a los hombres de Eduardo.
Algo lo carcomía por dentro, no solo la vergüenza, la derrota electoral que se avecinaba…
—¿Cuándo crees que se buen momento para fijar la fecha de la boda? —preguntó su esposa.
—No lo sé…
—Mercedes no parece
estar muy contenta con tu hijo, Eduardo.
—Ya veo…
—Debe seguir con sus aventuras con esas mujerzuelas.
No, no era una mujerzuela, hubiera sido demasiado fácil. Era muchísimo peor. Sintió como el estomago se le hacía un bollo.
—¿Me estas escuchando?
—Si. Decídelo tú con Mercedes y su familia.
—Esto es importante.
—¿Crees que no lo sé?
A esa hora la joven Anchorena ya debería estar en la casa de Hampton, viéndose con él. No se sorprendió cuando le dijeron como Hipólito logró sacarla de su casa y despegarse del guardaespaldas. Solo se preguntaba, ¿cómo era posible que el Lobo se prest