A la madre de Verónica se le aflojaron las piernas. ¿Otra vez? ¿Para que tanta seguridad? ¡Para nada!
—¿Cómo que desapareció otra vez, Jerónimo?
—Si, no está. Fueron a un taller… ¿Qué taller? ¿A qué?
—¿Cómo voy a saberlo? —gritó —¡El auto de nuestra hija está en el garaje hace no sé cuánto!
Algo estaba al revés, Jerónimo se dio cuenta.
—Cálmate. Ya envíe gente para que la busque, llamaron a la policía.
—¡Esos inútiles no pudieron encontrarla la última vez!
El Clan entero volvió a alborotarse. La casa volvió a convertirse en un hormiguero de gente. Pero Anchorena estaba demasiado calmado, como si pudiera oler que algo no encajaba.
Mientras todos estaban desesperados y tratando de contener a la madre de Verónica, él subió de nuevo a su cuarto. ¿Qué era lo que estaba mal? Observó las fotografías, los libros en la mesa de noche, el vestido de la gala, arruinado, colgando de una percha.
Durante esa fiesta desapareció también por unos momentos. Volvió disfrazada de vagabunda, con una sonris