Ya habían pasado dos días desde que llegué a esta aldea . Dos días desde que me encerraron en ese calabozo frío, bajo la mirada inquisitiva de Sebastián y Dante. Me hicieron preguntas, querían saber quién era, de dónde venía, qué me había traído hasta aquí. Después apareció ella, Malika, y su presencia llenó toda la sala con una fuerza que no entendía aún.
Pero no había tiempo para reflexionar demasiado. Las pesadillas seguían llegando, una y otra vez. Recordaba a mi familia, sus rostros, sus risas... y luego, la traición, la sangre, la soledad. Cada despertar era un golpe.
Esta mañana salí temprano a cuidar el rebaño de cabras. El aire fresco del bosque me calmaba un poco, aunque mi mente seguía enredada en recuerdos dolorosos. Mientras caminaba, vi a alguien sentada a los pies de un enorme roble. Parecía necesitar ayuda. Me acerqué con cautela, dispuesto a ofrecer mi mano, pero entonces un aroma familiar me detuvo.
Era Malika.
Desde lejos, pude verla observando a la mujer que reposa