Estábamos todos reunidos en mi casa. Mamá volvió a ser ella, y eso me tranquilizó. Estábamos sentados junto a la chimenea cuando entró por la puerta Zaiden, acompañado de Kier y Lyra. Nos miraban con cautela; tal vez se imaginaron lo peor, pero eso aún no pasaría.
-Sebastián, ahora que todos están… por favor, háblanos de este tal Max.-Le lancé una mirada, dándole a entender que no omitiera nada.
-Bien… ¿por dónde comenzar? Cuando destruyeron mi manada y quedé solo, tal vez recibí una pequeña ayuda de su padre.-Dijo frotándose la nuca mientras miraba a Kaida. Sabía el motivo; no quería hablar de la vez que su primera compañera le arrebató todo.
-¿Pequeña?.-preguntó Zaiden, con evidente curiosidad.
-Sí… en ese tiempo, lo único que quería era desaparecer. Así busqué ayuda, y me la brindaron… pero no fue gratis.-Me miró y continuó.-Tuve que hacer un trabajo para él: matar a su hermano, que era el alfa de su actual manada. Él quería el mando y no podía enfrentarlo; como yo tenía experienci