Estaba cansado. Cansado de las peleas, de las traiciones, de las miradas desafiante, de las decisiones que siempre cargaban con el peso de la vida o la muerte. Pero no podía permitir que mis pensamientos nublaran el trabajo que tenía que hacer. La amenaza de Alaric era real, y sabía que estaba esperando el momento exacto para hacer su jugada. Así que, después de la charla con Emily, decidí poner en marcha lo que había comenzado. El aquelarre necesitaba estar listo. Necesitábamos entrenar, fortalecer nuestras habilidades, y asegurar que nadie pudiera tocarnos.
Los brujos, los magos, los hechiceros… Todos temían lo que Alaric era capaz de hacer. Y yo, como líder, debía ser el primero en garantizar que eso no sucediera. Que nada ni nadie pudiera desafiar el poder que teníamos.
El viento del atardecer soplaba con fuerza mientras observaba a los miembros del aquelarre practicar su magia en el campo de entrenamiento. Los veía, moviendo sus manos con destreza, emitiendo hechizos y realizando