★ Emily
Abrí los ojos despacio, como si despertar fuera una tarea que necesitara todo el tiempo del mundo. La luz que entraba por la ventana apenas iluminaba la habitación, era una claridad suave, casi tímida, que jugaba con las sombras en las paredes. La bruma del sueño todavía se aferraba a mi mente, haciendo que todo alrededor pareciera difuso, como si estuviera flotando en una realidad a medias. Pero entonces, a través de esa neblina, vi su rostro. Arthur. Su rostro tan real, tan vivo. Estaba allí, sentado a mi lado en la cama, con una expresión que llevaba el cansancio y el dolor grabados en cada línea, pero con unos ojos que irradiaban fuerza y un amor profundo que me hizo contener la respiración por un instante.
Sentí que mi corazón latía acelerado, como si quisiera saltar de mi pecho. La pregunta brotó de mis labios, tan suave que apenas era un susurro, casi un temblor:
—¿En verdad eres tú? —dije con la voz quebrada, llena de emoción y una incertidumbre que amenazaba con ahoga