Nerya
El silencio después de la tormenta es una droga insidiosa.
El ascensor sube, pero yo estoy en otro lugar. Suspendida. Desconectada. No respiro. Cuento. Los latidos de mi corazón. Los segundos antes de la reunión. Antes de tener que volver a ser la que esperan. La que nunca se pone en duda.
Él me ha tocado. No físicamente, no solo. Ha alcanzado un lugar que había mantenido cerrado durante años, un rincón de mí que había olvidado. O borrado intencionadamente.
Salgo del ascensor como se atraviesa una frontera invisible. Vestido ajustado. Mentón en alto. Mirada neutra. Pero bajo la superficie, algo vacila. Una nota disonante, un eco que no estaba allí antes de él.
Ellos han visto. No todo, no. Solo lo suficiente. Un temblor en mi máscara. Un aliento demasiado corto. Un destello en la mirada.
Y en mi mundo, eso no está permitido.
La reunión comienza. Números. Gráficas. Informes. Solo escucho a medias. Mi mente regresa una y otra vez a ese momento en la jaula de cristal. Esa mirada, e