CAPITULO 74 Justo. Un hombre como yo
Jace había llenado los baches y compuesto la escena una y otra vez desde hacía cuatro días. Cada vez que lo hizo, sintió que los deseos homicidas lo ganaban y tuvo que contener el impulso de pedir a Matt que contratara al mejor francotirador para eliminar a esa basura de la faz de la Tierra. Cada vez, se calmó y pensó en que su primera tarea, su esencial labor era Tina. Ayudarla a sanar, a creer de nuevo, a vivir. Era tanto un deseo suyo, como una necesidad, y pronto devino en obsesivo pensamiento. Tina Sanders era la única mujer por la que había sentido emociones y deseo real en los últimos años. Iba a tomarla de la mano y caminar a su lado para que olvidara y se rehiciera. En el camino, analizaría qué provocaba en él y cuánto de duradero y real tenía. Intuía que todo, pero no podía adelantarse. No podía cometer el error de confundir pasión, deseo físico y piedad con romance. Ella no merecía algo así. Tampoco él.
—Tina, ¿fuiste a terapia en algún momento?
—No. No. El personal médico