Ella, para su desgracia, despertaba con los párpados hinchados, un hilo de saliva por la boca, un desastre. Pero eso no importaba ahora. Se acercó con rapidez a la puerta y abrió, poniendo su mejor sonrisa una que quedó congelada en su cara al encontrar frente a sí tremendo ejemplar de hombre, que la observó a su vez con curiosidad.<<Oh, Dios>>, pensó. <<Trágame tierra. Yo peor que nunca y este hombre parece que acaba de salir de un catálogo de belleza masculina>>.Se enderezó un poco más, aunque era poco factible que pudiera elevarse más de su metro setenta.Era una mujer de mediana estatura, jamás se había considerado una mujer alta ni de impacto, pues en Los Angeles habían mujeres impresionantes y eso implicaba en cualquier espectáculo, pues quedaba por debajo del promedio y ni que hablar de los hombres. Y este no debía medir menos de un metro ochenta, largos. Con ojos oscuros, profundos e intensos que la evaluaban de pies a cabeza, lo que hizo que su rubor se acentuara. Vestía un
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