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CAPITULO 29 Bonitas bragas

Alentado por la ansiedad obvia de su público, Kaleb desprendió su cinto y luego bajó la cremallera, lento, muy lento. El pantalón descendió hasta sus tobillos y en un movimiento fluido se lo quitó, pateándolo sin ceremonia a un costado. Casie contuvo la exclamación.

Frente a ella, Kaleb se alzó en toda su desnuda gloria, la boca distendida en una sonrisa pícara, sabiendo que ella estaba pegada a la visión de su bóxer blanco, que no dejaba mucha duda acerca de lo dotado que era. Era magnífico, todo él. Un David moderno en todo su esplendor, se maravilló.

Y luego se preocupó. Que un hombre así la mirara de la manera en la que él lo hacía era abrumador y poco menos que increíble. Tomó aire y buscó rehacerse. No podía permitirse caer en el temor o en la duda, no debía pensar dos veces las cosas. Le había dicho que estaba lista y así era.

—En el borde de la cama, gatita. Te quiero ahí sentada.

Seda y acero se mezclaron en su tono imperativo, ese que la impelía a actuar. Transfigurada, hizo lo que él le ordenaba y entonces le observó avanzar hasta ella, y su corazón latió apresurado, mientras un calor desconocido invadía su cuerpo. Él se detuvo apenas a milímetros, tan cerca que ella estuvo segura de que tenía que escuchar sus latidos.

Sus ojos no podían desprenderse del que aparecía como una virilidad por encima del promedio. Tragó saliva. No era ilusa ni tonta, y si bien su experiencia sexual era poca y mal, sabía de biología, cada tanto se atrevía a ver algo de pornografía. Conocía que el deseo era natural, sabía que el campo de la sexualidad era vasto. Pero esto era real, nada quedaba librado a la imaginación y estaba tan excitada que apenas si podía respirar.

—Vas a quitarme el bóxer y te vas a encargar de aliviar la tensión que tú misma construiste, gatita—escuchó y el corazón le dio un vuelco—. Todo el goce que vas a tener conmigo posteriormente va a ser resultado directo de tu comportamiento.

—Yo... No tengo experiencia en…

—En serio tranquila gatita. Chupar un dulce. No tiene ciencia. Labios, lengua, sin dientes—ordenó.

—No puedo competir con lo que de seguro obtienes de habitual.

Su inseguridad era lamentable, pero no podía mentir y no sabía cómo actuar sofisticada o pretenderlo.

—Gatita, esto no se trata de ganar ni competir con nadie. Vamos. Tómame en tu boca, envuélvela y acógela con tu calor y tu humedad. Estoy convencido de que podría correrme solamente al sentir tus labios. Pero voy a resistir, claro, porque estamos apenas comenzando. Ahora, abre.

Ella asintió y trató de concentrarse, sin dilatar más lo que quería hacer. Quería tomar a Kaleb en su cavidad, sentir cómo la llenaba y darle tanto placer como fuera capaz. Si eso la hacía una descocada, lo soportaría. Estiró sus manos y tomó el elástico del bóxer, deslizándolo suavemente por los musculosos muslos, quebrando la resistencia de su masculinidad endurecida que, una vez liberado, se balanceó obscenamente llamando a sus ojos y a su boca.

Jadeó y el gruñido de Kaleb le hizo ver que estaba esperando. Lo miró: los ojos clavados en ella parecían quemarla. Deslizó sus manos por su cabello, envolviéndolo y armando una cola de caballo con la cual sostuvo su cabeza en alto, su virilidad en línea de directa colisión con su boca. Ella abrió los labios y estiró su lengua para acariciar la punta ancha y descubierta. Lo lamió y paladeó su esencia agridulce, que despertó deseos de más. Imbuida de urgencia, rodeó la base de la gran masculinidad con su mano para mantenerla firme y hundió su boca, apoderándose de todo lo que pudo de su largo, que en principio fue la mitad. Acarició la sedosa superficie con sus labios y su lengua, succionando y soltando para luego volver al ataque otra vez. Rodeó con su lengua, haciendo círculos, luego lamiendo, notando como se mojaba más y más. Aflojó su mandíbula para explorar más lejos.

—Con menos glotonería que te puedes atragantar. No es que no resulte delicioso ver cómo me chupas y te deleitas con mi esencia, gatita. Podría verte así todo el día. Mmm. Si tuvieras un espejo podrías verte, la boca grande y abierta, comiéndome, ansiosa por mi.

El lenguaje procaz que no dejaba nada a la imaginación, lejos de intimidarla, la enervó. Con ansias, dejó que su boca se distendiera para acomodar su gruesa y larga masculinidad, y avanzó hasta que no pudo más, para retroceder y otra vez tomarlo, mirándolo para ver su reacción y comprobar que estaba disfrutando. Quería hacerlo bien, quería sorprenderlo y conseguir que demostrara su placer. ¡Bingo! Ahí estaba, la tensión en su rostro, el ligero frunce de su frente.

—Me encanta la forma frenética en que succionas. Es una imagen hermosa, Casie—jadeó cuando ella soltó, tomándolo de

inmediato, mientras hilos de saliva corrían por sus comisuras y por su barbilla. Asintió, con clara apreciación—. Muy bien, muy bien bonita. Eres una mujer increíble. Suficiente, sin embargo, por ahora—retiró su miembro con suavidad y ella lo observó algo contrariada—. ¿Qué pasa, gatita? ¿Molesta que te quiten el chupetín que tan bien manejas?

Ella se sonrojó y él rio, empujándola sobre la cama y avanzó sobre ella para elevar su falda y dejarla expuesta hasta la cintura.

—Bonitas bragas—sentenció.

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