Sus manos le separaron las piernas y se zambulló para mordisquear y lamer su centro aún protegido por la sencilla textura del algodón. Sintió su humedad y el calor de su boca y toda ella se estremeció desde su centro. Su dedo corrió la tela y su lengua se deslizó por su piel, explorándola con rápidas lamidas que se concentraron luego sobre su punto más sensible.
Casie gimió y apretó sus rodillas contra la cabeza del que la comía como si fuera un buffet de lujo, tratando de llevarlo más adentro, más cerca si era posible. Sintió la vibración de su risa y la mirada pícara que se elevó cuando desprendió sus labios para decirle:
—Apuesto a que esto es mejor que tu vibrador. Y es apenas la introducción.
Ella asintió y abrió más sus piernas, invitándolo a profundizar las caricias maravillosas que esa lengua experimentada hacía sobre su centro. Era la primera vez que un hombre le hacía sexo oral. Había fantaseado muchas veces, sabedora de que un hombre experimentado deslizando sus dedos y su