Inicio / Romance / Hermanos Ceo`s / CAPITULO 22 Demonios
CAPITULO 22 Demonios

Debía grabarse a fuego que Kaleb era un jugador. Si aceptaba ese juego tenía que ser sabiendo de antemano hasta dónde ir y cuándo frenar para no caer en una situación que no podría manejar. Debía prepararse para verlo y no era fácil; no estaba acostumbrada a

lidiar con la carga de sensualidad que Kaleb desataría. Esto la tuvo en ascuas buena parte del sábado. Era un manojo de nervios; sabía que tenía que controlar lo que dijera con pena de hablar sin parar o quedar inmóvil.

Vestirse para el encuentro fue otra prueba. La ropa que tenía era normal y sencilla, y ya había usado el comodín, su vestido negro. No había tenido nadie para quien vestirse linda o a quien sorprender y la idea de hacerlo para sí misma no había prendido mucho en su espíritu, a pesar de que su hermana se lo dijo varias veces. Hoy era distinto. Quería verse sexy sin parecer barata, aparentar algo

de sofisticación sin perder naturalidad, disimular los que consideraba sus puntos más débiles. Dado que estaba cerrando el local más temprano, como él le había sugerido, dedicó ese tiempo a sí misma. Su cabello, sus uñas y su piel merecían un mimo y se decidió por un centro estético donde le dieron brillo y volumen a su mata de cabello, pintaron sus uñas e hidrataron su piel. Un placer que trascendía la salida con Kaleb y que debía practicar más seguido, decidió al salir.

Compró ropa y no se fijó en gastos. Un vestido precioso, ropa interior sexy, un par de sandalias bellas. Cuando se alistó esa noche y se miró al espejo, sonrió. Había hecho bien. En verdad se sentía bonita, femenina y eso fue aliciente para que desplegara una sonrisa.

Le había costado mucho aceptarse y supuso que si Kaleb se había interesado en ella habiéndola visto en un mar de harina y dulces, estaría más convencido ahora. Ella lo estaba. Hoy se vio más que adecuada. A ver, ella no era una bomba sexy ni una belleza extravagante y extraordinaria. Pero se veía bien. Se lo repitió varias veces, animándose sin cortarse. ¡Tantas veces en su vida se había castigado asumiendo las palabras que le decían como golpes! << Absurda, simple, sin gracia, fea>>.

El pasado año había sido de felicitarse cuando hacía las cosas bien, de darse palmaditas y buscarse atributos. Una de las condiciones y baluartes de su reinvención; aceptarse, quererse. Cuando el timbre sonó, respiró hondo y cuadró sus hombros. Alzó la cabeza con decisión. Estaba lista para Kaleb Monahan . Tan lista como podía estar.

Había esperado el instante de recogerla con expectativa, algo poco usual en él. Acostumbrado a estar rodeado de la atención femenina, no era usual que una cita o ligue le hiciera perder el sueño. No obstante, algo parecido a la ansiedad se había colado en su día y lo había rondado hasta que, finalmente, estuvo ante su puerta. Saber que ella sentía igual o tanta atracción como él, y tener la certeza de manejar varias claves de su personalidad lo incitaba, expectante por pulsar esos botones que la harían estallar de placer.

Pero no era puramente deseo físico, o este en exclusiva. No se engañaba ni le quitaba dimensión al hecho de que deseaba estar con ella, a su lado, charlando, mirándola e imaginando mil escenarios con ella como protagonista de excepción. Había algo tan sensual en la fantasía y en los preparativos, en la antesala.

Imaginó que se sentiría tímida y expuesta en virtud de la charla de la noche anterior, pero ni por un segundo tuvo temor de que se echara atrás. No había retroceso para ellos, lo tenía claro por su lado e intuyó que ella estaría por encima de su timidez, a pesar de todo. Se presentó decidido a hacerla sentir tan cómoda como fuera posible.

Quería que lo percibiera cómo en verdad era, debajo de su cínica visión de la vida y las relaciones: un hombre común con dinero, que disfrutaba de su sexualidad y valoraba las cualidades que veía en ella. Había notado sus inseguridades y pretendía hacer lo que estuviera en sus manos para reforzar la idea de que era una mujer con todas las letras, una capaz de tener a sus pies al hombre que quisiera.

Demonios, él evaluaba hacerla suya y jugar a la dominación, pero era prístino que era dueña plena de sus fantasías. Afortunadamente no entendía el mundo como muchas, que buscaban una billetera de la que disponer o una tarjeta para exprimir.

Kaleb se sabía atractivo, mas sabía que el poder y el dinero eran afrodisíacos primarios para muchas de las que lo rodeaban. Kelly no parecía ver que ejercía una fascinación sobre él y eso era bueno, muy bueno. Un regalo a cuidar.

Cuando le abrió la puerta la miró de pies a cabeza, en verdad impactado con su serena belleza y su apreciación sincera se convirtió en halago inmediato:

—Estas hermosísima. Lo eres de habitual, pero un poquito de arreglo realza tu belleza, digna de ser apreciada por horas.

Ella se sonrojó y le sonrió, tímida, ladeando ligeramente la cabeza, con coquetería. El gesto le indicó que se sentía más relajada, menos a la defensiva de lo que había esperado y eso le gustó.

—Gracias. Exageras, pero es un mimo. Espero que estés menos… intenso que ayer.

—Veo que mi pastelera no solo se puso más bonita que nunca, sino que también afiló sus garras. Eso me satisface, me hace ver que te sientes segura conmigo.

—Eso creo y espero, Kaleb—susurró y le invitó a pasar con un gesto, pero él negó.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP