POV de Hugo
Hay noches en las que el viento trae un olor imposible de borrar.
Esta noche, ese olor es mi propia rabia.
He regresado a la oficina a medianoche.
El cielo afuera está completamente negro y el edificio entero parece vacío.
Pero sé que alguien aún está aquí, porque Rivens no deja de gruñir dentro de mi pecho, impaciente.
Está aquí, susurra. El que la tocó.
Camino por el pasillo sin hacer ruido, hasta que encuentro una sombra en la sala de entrenamiento subterránea.
Juan.
Está solo, golpeando un saco de arena una y otra vez, con una fuerza que suena a desahogo contenido.
—¿Entrenando a medianoche? —pregunto con voz helada.
Se detiene y me mira. —Señor.
El tono sigue siendo respetuoso, pero puedo oler la tensión a cinco metros de distancia.
—He oído que lograste que el día de Clara… fuera interesante —digo con frialdad.
Su expresión se tensa. —Fue un accidente.
Camino hacia él, despacio. —¿Un accidente?
—Sí —responde, más fuerte esta vez—. Casi se cae, la ayudé—
Golpeo la mes