POV de Juan
Han pasado muchos años desde la última noche en que la luna fue vista en el cielo.
El mundo siguió girando, pero todo lo que olía a lunar se convirtió en leyenda.
Los niños escuchan su historia en la escuela como si fuera un cuento —hablan de lobos, de luz, de un amor que salvó al mundo.
Yo, Juan, nunca he creído del todo en esa leyenda, aunque tal vez formo parte de ella.
Aun así, cada noche miro el cielo vacío, esperando ver algo perdido, sin saber qué.
Quizás porque todavía siento en el pecho un soplo que se niega a apagarse.
Ahora trabajo en una vieja academia al oeste, el lugar que alguna vez se llamó la Torre Lunar.
El edificio fue restaurado y convertido en una universidad común.
Ya no hay símbolos de la luna, ni altares, solo aulas y una biblioteca silenciosa.
Pero en el séptimo piso, en la sala de archivos que casi nadie visita, hay un armario que no puede abrirse con ninguna llave.
Allí fue donde soñé por primera vez.
Aquella noche me quedé dormido sobre el escri