Al llegar al lugar, mis ojos se detuvieron en una mesa más pequeña que la de la noche anterior. Estaba situada en una esquina de la habitación, pero lo que le faltaba en tamaño lo compensaba con la variedad de comida que ofrecía.
Me senté en mi lugar habitual, al lado de Ángel y Leah, esperando pacientemente a que comenzaran a servir la comida. No pasaron muchos segundos antes de que Esther rompiera el silencio, dirigiéndose directamente a mí.
—No eres muy habladora, ¿verdad? —preguntó, con una mirada cargada de curiosidad que no me interesaba corresponder.
Simplemente asentí, sin intención alguna de entablar una relación con ella, ni siquiera de enemistad. Catherine ya me había advertido lo suficiente como para mantener las distancias.
—No todos aquí son tan parlanchines como tú, Esther —intervino Rose desde su lugar al lado de Hansen, con un tono tan afilado que me sorprendió.