La victoria nunca se sintió como un triunfo.

No hay música, ni celebraciones, ni coronas de flores. Solo un silencio persistente, una calma que se posa como una losa de piedra sobre mi pecho. Me despierto cada día esperando sentirme un poco más ligera, un poco más libre, pero solo me hundo más. No sé si ganamos o simplemente sobrevivimos. Y yo… no sé si aún estoy viva del todo.

He dejado de hablar con los demás. No porque no quiera. Es porque no puedo. Las palabras me saben a ceniza, y cada vez que intento formar una frase, siento que estoy traicionando a los que ya no pueden hablar. Como si mi voz fuera una herida abierta en medio de un funeral.

Ronan ha venido varias veces. No entra. Deja comida frente a la