Elena Fusset cortó con su ahora ex, un tipo el cual ella no sabe como rayos se fijo y logró quererlo, aunque sea aun poco. Harta de siempre soportar las escusas baratas y para nada convincentes de su ex, lo hechó de su departamento de manera inmediata cuando descubrió algo mas convincente para romper con el. Porque si, el vivía de arrimado en su departamento y muy poco aportaba con los gastos que Elena hacía en el mes. ¿Y que había matado el amor? Era un tipo demasiado infiel, no podía controlar la mirada, ni los dedos, ni la boca, entonces Elena opto por lo mas sensato. ¡Fuera de mi casa! Obviamente su ardiente vecino escuchó y casi vio todo el problema que se armó. Esta vez no iba dejar escapar a la mujer quien es dueña de sus sueños calientes y su corazón. No volvería a desperdiciar tiempo como la vez que la conoció sin novio. Esta listo para saltar a su cama y darle mas que solo una noche de pasión. Elena esta dispuesta a saltar a sus sexys brazos, pero cuando accidentalmente descubre donde anda casi todas noches, decide dar un paso atrás, por temor a que su corazón termine roto.
Leer másDamián dio otro sorbo a su copa, y con tono curioso, le preguntó:—¿Y cuándo abriste la floristería?—Después de terminar la carrera —respondió Elena, acomodando el tenedor en el plato—. No quería esperar más.—¿Así, de una?—Sí. Ya venía con la idea desde hacía tiempo. Ahorré durante la universidad, y mis padres me ayudaron un poco con lo del local.—Valiente.—O terca —respondió con una sonrisa ladeada.—¿Y te fue bien desde el principio?—Para nada. Los primeros meses vendía poco, pero me las arreglé. Con el tiempo, fue mejorando.Damián asintió, impresionado.—¿Y cuál es el mejor momento para el negocio?—Las bodas —dijo sin dudar—. Son un caos, pero me encantan. Siempre son especiales.Damián sonrió.—Se nota que te gusta lo que haces.—Mucho —respondió ella, bajando un poco la mirada, con una media sonrisa.Él la observó en silencio un momento, luego volvió a cortar un pedazo de albóndiga.—Me alegra. No todos pueden decir lo mismo.Elena lo miró de reojo, cómplice.—Y tú, ¿cual
Levantó la vista hacia Damián, quien la observaba con una expresión relajada mientras cortaba un pedazo de albóndiga con su tenedor. —Oye… —comenzó, tratando de sonar casual— ¿quiénes son las chicas que están en la foto? —¿Te refieres a las de la pared? —Si. —Son mis hermanas.—Elena quedó sorprendida. No esperaba esa respuesta, solo atinó a pinchar una albóndiga y llevársela a la boca. — Merli tiene 32 y Carly 30, son mis hermanas mayores, soy el menor, podrás imaginar como hicieron de mi un esclavo. —No pensé que tuvieras hermanas —comentó, volviendo la vista hacia él. Damián se encogió de hombros con naturalidad. —No es algo que mencione mucho. Elena frunció el ceño, preguntándose por qué. —¿Viven aquí? —No. —Su respuesta fue rápida, casi cortante, pero luego sonrió ligeramente— Somos de una ciudad pequeña a unas 6 horas en carro, ambas viven allí, una esta casada y mi otra hermana tiene 2 hijos. Daniel y Gabriel Elena asintió lentamente, procesando la informa
—Gracias por acompañarme—Elena le sonrió tímidamente. Damian se acercó a ella, poniendo su mano en el marco de la puerta y pegándola hacia ella. —No hay de que—ella se preguntaba cómo es que él tenía una sonrisa tan sexy, eso no debería existir—¿me invitas a pasar? —Elena seducida por su mirada, apenas consiguió emitir una afirmación. Damián sonrió con satisfacción ante su respuesta y, con un movimiento ágil, empujó suavemente la puerta para entrar. Su presencia llenó el espacio, trayendo consigo ese aroma varonil que a Elena le resultaba tan embriagador. Ella retrocedió un paso, sintiendo su corazón latir con fuerza en el pecho. Había algo en él, en la forma en que la miraba, que hacía que su piel se estremeciera. —Espero no estar abusando de tu hospitalidad —bromeó Damián, con esa sonrisa ladeada que la hacía perder la razón. —No… para nada —respondió ella, aunque su voz salió un poco más baja de lo que pretendía. Él la observó en silencio por un momento, sus ojos recorri
Después de esa conversación, ambas se concentraron en el trabajo. Pasaron varias horas organizando pedidos, acomodando flores y asegurándose de que todo estuviera listo para el día siguiente. Finalmente, cerraron la tienda y salieron con un suspiro de cansancio. —Tenemos un pedido grande para mañana —dijo Amanda con pesar. —Y nos faltan los tulipanes en color lila con cierto toque azulado y blancos… —Elena lanzó un gemido de frustración—. Mañana, a primera hora, tienes que estar acechando. —Entendido, jefa —respondió Amanda con una sonrisa mientras empezaban la caminata hacia su casa—. Voy a hacer el pedido de las alitas picantes. —No te detengo —respondió Elena con una leve risa. La noche de pijamada prometía ser interesante, aunque Elena tenía claro que Amanda no iba a soltar el tema de Damian tan fácilmente. Elena sonrió con diversión mientras escuchaba a Amanda hablar. Extrañaba esos momentos con su amiga, y se daba cuenta de lo mucho que había perdido al dejarse absorb
Al día siguiente, Elena no podía dejar de pensar en lo raro que había sido forma de cambiarse de Damian, aunque había pasado una noche exquisita con su cuerpo pero eso no la destrajo de algunos pensamientos. Inseguridades. No quería una relación romántica con un hombre al que no podía confiarle su corazón. Sus relaciones anteriores por supuesto fueron un completo y absoluto desastre, pero esta vez iba a tener precauciones e iba a empezar con no pensar tanto en el. Aunque fuese guapo, absolutamente sexy y condenadamente seductor no iba a caer rápidamente, por mas palabras que el le haya dicho. Pero maldita sea si es que el sexo era buenísimo, ella no podía evitar pensar en eso. A cada momentos le venían recuerdos que la hacían sonrojarse. —¡Ya basta! —Elena salió del trance en el que se encontraba y se dio cuenta de que había estado revolviendo las flores sin ningún sentido ni propósito.—¿No le vas a contar a tu mejor amiga qué es lo que te ha pasado? Amanda era una chica explosivame
Caminó hacia la habitación con paso seguro, mientras su miembro rozaba su entrada, tan duro y palpitante como su propio deseo. La colocó sobre la cama como si fuera de seda, para después quitarle la camisa que tenia puesta. La observó un instante, sonrojada por el deseo, con los labios entreabiertos, con los pezones erectos tentado a ser chupados, la curva de sus caderas, la humedad evidente entre sus muslos. Se mordió el labio inferior y bajó la mirada hacia su propio sexo, orgulloso y erguido, vibrante de anticipación. Se arrodilló frente a la cama y separó suavemente sus piernas. Elena temblaba, no de miedo, sino de expectativa. Damián deslizó sus manos por el interior de sus muslos, subiendo lentamente, con una reverencia casi religiosa. Cuando sus dedos tocaron los labios húmedos de su intimidad, Elena soltó un jadeo. Él sonrió, complacido. —Estás tan mojada para mí… Damián acarició los pliegues húmedos con sus dedos, dibujando círculos suaves alrededor del centro de su
Último capítulo