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Capítulo 3 – parte 1

Pasaron pocos dias y Elena ya estaba perdiendo toda la paciencia que le quedaba con este hombre, tenía ciertas ganas de ahorcarlo por momentos. No supo en que momento pudo ver algún encanto en el, no lo recordaba de esa forma, ahora parece que su armario es todo el departamento, ropa por aquí, ropa por allá, y Dios quiere que esa ropa sea limpia, pero no. Se encontraba en un punto en el que le daba igual si algo le pasaba, no la ayudaba con las cosas de la casa, y muy poco o nada daba para llenar la refrigeradora y poder comer en el mes, pero la conchudez es grande en algunas personas. Ella parecía que estaba criando a un niño.

Mientras ella separa la ropa sucia de la limpia que el debería hacer, el individuo se encontraba sentado en un pequeño sillón del cuarto, como si la vida le pudiese solucionar todos su problemas en un santiamén, concentrado otra vez en el celular y sería bueno si el tuviese un trabajo. Elena pensaba que era otro vago mas en el mundo, ella observo la habitación con detenimiento para ver si había alguna ropa tirada y recordó que no era el mismo desde que empezó a vivir con Bill, ya no estaba como a ella le gustaba, había mucho cambios y no de los buenos, lo único que permanecía era el orden gracias a ella, porque si fuese por el estarían viviendo en un basurero y es que a ella le gustaba hacer cambios de posición en su cuarto, le encantaba hacerlo de noche, con un poco de música, no importaba si se quedaba hasta el amanecer, ella disfrutaba porque pensaba que dedicaba su tiempo para que se sintiese cómoda, pero ahora se encontraba de la misma forma cuando su novio llegó. Una generosa cama cerca de la puerta, unos muebles donde estaba su ropa y entre esos mueble se encontraba un gran espejo, algunos estantes que usaba para poner sus libros y algunas decoraciones. Tenia un pequeño sillón que miraba hacía la ventana y recordó que escogió el departamento por esas benditas ventanas, estaba obsesionada porque ocupaba desde el techo al suelo, era absolutamente grande para un cuarto de departamento. Y colocarle doble cortina era necesario, una preferentemente para la iluminación natural que era casi transparente y otro de color beige para ocultar su cuarto de la vista de al frente.

En especial la vista hacia el vecino.

Después de apreciar todo, noto la concentración de su novio al celular, absolutamente silencioso, más que de costumbre, se acerco sigilosamente, su corazonada estaba en modo activo. Otra vez. Ya había demasiados indicios de muchos mensajes con muchas mujeres, y no solo de quienes no conocía sino de sus amigas a las que si la conocían y no tuvo el agrado de llevarse bien con ninguna, porque eran demasiado...

Resbalosas.

Pasó como un alma detrás de el, haciendo el poco ruido posible y sin que el sienta su presencia, al ver el celular pudo fijarse que esta metido en un chat, ¿puede ser mas desgraciado un tipo? La foto del culo de una fémina con muchos emoticones de fuego estaban presente allí, Elena fijándose bien, vio el contacto, era una amiga de el y supuso que para que ella tenga la confianza de mandarle eso, ha tenido que haber mas en ese chat.

Automáticamente, la ropa se le cayó de las manos y, antes de que él se diera la vuelta por completo, Elena le arrebató el celular con una habilidad increíble. Un ladrón quedaría loco con la rapidez con la que se lo quitó.

—¡¿Qué diablos, Elena?! —exclamó Bill, atónito, mirando sus manos vacías. Era obvio que ella notó su nerviosismo de inmediato.

—¡El diablo y un cuerno! —gritó ella aún más fuerte—. ¿Qué me vas a decir respecto a esto?

Le mostró la imagen de un trasero. Elena no iba a permitir que él le hiciera gaslighting como las otras veces en las que la había tomado por tonta. Esta vez, él era quien tenía más que perder, viviendo bajo su techo, comprado con el sudor de su frente.

¿Y haciéndome esto?

Sacó la imagen y revisó más de la conversación. Seguía encontrando cosas obscenas, cada vez más asquerosas. Su boca se abrió en una mezcla de sorpresa y asco cuando vio la foto del pene de Bill.

¿Cómo podía saber con certeza que era él? Pues lo tenía de una forma muy particular, o mejor dicho, extraña. A su parecer, estaba torcido hacia la izquierda y era tan pálido que parecía de muerto. Levantó la pantalla del celular para mostrárselo.

—No es lo que parece, ella está jugando —balbuceó Bill.

Elena se sintió aún más ofendida y enojada. ¿Realmente creía que podía engañarla cuando lo tenía justo frente a sus ojos?

—¿No es lo que parece? —repitió ella con indignación. Salió del chat con aquella mujer y revisó más contactos. Más nombres. Más mujeres. Su mente dijo basta. Esto era suficiente. No quería seguir viendo más. Era demasiado. Más de lo que podía tolerar. Se agotó su paciencia. Respiró hondo, tratando de mantenerse en calma.

—Te largas de acá —dijo con voz serena, aunque la vena en su frente debía ser más que evidente—. Agarra tus cosas antes de que pierda lo poco que me queda de cordura y te tire por la ventana.

Ni siquiera lo miró.

—Elena, tienes que creerme, no es lo que parece. Ella me sedujo, y tú siempre estás trabajando…

Aún con el celular en la mano, hizo lo más razonable en ese momento: lo lanzó con fuerza hacia la ventana. Estaban en el quinto piso. El Señor de los Cielos sabría que ese teléfono estaba destinado a hacerse trizas contra el suelo.

—¡¿Estás loca?! —gritó Bill, horrorizado.

—¿Que si estoy loca? —Ah, no, señor, no me des un arma porque lo mato.

La indignación recorrió todo su cuerpo. Sus ojos se movieron rápido por la habitación hasta encontrar su ropa sucia. Corrió, la agarró y, con la misma furia con la que lanzó el celular, la arrojó por la ventana.

—¡Te vas de mi casa! ¡Te vas a la m****a ahora! No te voy a soportar más. Y si tu cerebro todavía no lo ha entendido, esto se acabó.

Bill la miró con altanería, como si todavía tuviera el control de la situación.

—Te vas a arrepentir de dejarme —espetó con arrogancia—. Vas a venir suplicándome que regrese contigo.

Elena abrió los ojos de par en par y, sin pensarlo dos veces, agarró lo primero que vio: una secadora de cabello.

No hizo falta mucho para que Bill saliera corriendo del cuarto, atravesara el departamento y se lanzara por la puerta como si el diablo lo persiguiera.

—¿Suplicarte? Si soy yo la que te está botando, ridículo.

El silencio se apoderó de la habitación. Un silencio tan pesado como el alivio que se instaló en su pecho. No se sentía triste por haber terminado con él. No había dolor.

Se dio cuenta de que había hecho el luto durante toda la relación. Aguantó más de un año y, ahora que lo veía con claridad, no estaba enamorada de Bill. Estaba enamorada de lo que pensó que era. O de lo que quería que fuera.

Y, finalmente, lo dejó ir.

✨️I N S T A G R A M: soteriasvibes

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