Capítulo 80. Adiós al recuerdo.
Los meses habían tejido una nueva realidad en la mansión Koch. El eco del silencio de antaño había sido reemplazado por la sinfonía vital de los trillizos, Gabriela, Sofía y Mateo.
Cada risa, cada balbuceo, cada pequeño paso resonaba en los pasillos, convirtiendo la vasta propiedad en un vibrante hogar.
Amelia y Noah, inmersos en la dulce vorágine de la paternidad, habían descubierto una felicidad que trascendía cualquier adversidad pasada.
Sin embargo, en el corazón de Noah, persistía un último nudo por desatar, un adiós pendiente que sabía debía pronunciar para liberar su alma por completo.
Noah sugirió una salida especial, un viaje lejos del ajetreo diario. No era una visita a la playa o un paseo por los jardines; era un peregrinaje al mausoleo de Sarah, un rincón sereno de mármol y flores en el cementerio privado de la familia Koch. El lugar donde el tiempo, para Noah, se había detenido por años.
Amelia comprendió de inmediato la trascendencia de la propuesta. A pesar de las incon