El sol de la mañana apenas comenzaba a iluminar el apartamento de Amelia cuando la paz se rompió con el estruendo de la furia de Lucero.

Con la cara de pocos amigos y un periódico desplegado en sus manos temblorosas, la tía de Amelia irrumpió en la sala.

La portada no dejaba lugar a dudas: una fotografía capturada sin permiso mostraba a Noah y a Amelia juntos en la pizzería, sus rostros distendidos, en un momento de aparente intimidad que los titulares sensacionalistas no dudaron en explotar.

—¡No lo niegues, Amelia! —espetó Lucero, su voz un murmullo furioso, cada palabra cargada de decepción—. ¿Acaso eres la amante de ese hombre?

Amelia sintió la sangre helarse en sus venas. El periódico, el tono de su tía, la fulminaron.

—¡Tía, por Dios! —alcanzó a balbucear, el shock apoderándose de ella.

Lucero agitó el periódico frente a su rostro, la fotografía ampliada de Noah y Amelia como una prueba irrefutable.

—¡Mira esta fotografía! Está en toda la prensa. ¿De verdad crees que un hombre a