—Supongo que tu amigo ya te ha dado las buenas nuevas —comenta Giorgia al salir de su habitación y encontrarse con Julian, que también viene saliendo de la suya. No hay saludo, no hay un «Buenos días», ni nada por el estilo. Va directo al punto; a la situación que no la ha dejado conciliar el sueño en paz durante toda la noche.
Julian enarca una ceja y sonríe.
—¿Te refieres a la visita que nos harán, él y tu amiga?
—Exacto. —Cierra la puerta y se cuelga el bolso al hombro.
—¿Y te molesta? —pregunta él, caminando muy cerca de ella, casi acosándola, pisándole los talones y susurrándole cerca del oído. Son pocas las ocasiones que tiene para estar solos y tan cercanos, así que debe aprovecharlas lo más que puede cuando se le presentan.
—¿Molestarme? —Giorgia gira su cuerpo para enfrentarlo y su rostro casi termina chocando contra el de él por la proximidad. Lanza una manotada al aire para apartarlo e imponer distancia—. ¿Por qué iba a molestarme?
Sigue su camino y valiéndole madres que su