—Buenas tardes, señorita, ¿en qué puedo ayudarla? —le pregunta la recepcionista que la atiende en la clínica.
—Buenas tardes —la saluda Giorgia y por un momento vacila, al no saber cómo explicarse—. Hum, yo... —Se inclina sobre el mostrador para acercarse a la recepcionista y bajar la voz—. Quiero hacerme unos exámenes para detectar rastros de drogas en mi sistema.
La mujer se pone seria y parpadea, antes de teclear en el ordenador.
—¿Puede explicarse mejor, señorita?
—Sí, es que yo tengo la sospecha de que alguien puso drogas en mi bebida para hacerme perder el conocimiento.
La mujer pasa de la tensión a la alarma.
—¿Usted piensa que alguien le suministró una droga de violación para abusar de usted?
Giorgia se endereza de golpe y parpadea. La conmoción la atraviesa. Una violación no ha sido contemplada por ella y ahora duda.
«¿Es posible que Chase haya abusado de mí?».
Estrecha la mirada y niega sutilmente. No lo cree. Está segura que, de ser así, lo habría sabido a