—¡Que yo no quiero tocarte! ¡Apártate de mi camino!
Intenta escabullirse, pero la mano de Julian la detiene y la regresa a su lugar.
—Confiésalo de una vez. Di que te gusto.
—¡No me gustas! —repite—. Admito que eres guapo y, sí, tienes un muy buen cuerpo, pero todo eso queda reducido a nada cada vez que abres la boca y actúas como el peor cretino del mundo. Eso hace que no me gustes en absoluto y, créeme, no me gustas jamás.
—¿Segura? —Los centelleantes ojos azules de Julian bajan y en su boca se curva una sonrisa—. Tu cuerpo dice todo lo contrario. —Su mirada regresa a la confundida cara de Giorgia.
—¿De qué hablas?
—Tus pezones. —Julian los señala con la mirada—. Ellos demuestran que tu boca miente, pero tu cuerpo revela la verdad que quieres gritar: me deseas.
Giorgia baja la mirada hasta sus puntiagudos y sensibles pezones. Un rubor le quema el rostro al ver los dos puntos que tensan la tela de su blusa y que rozan el pecho de Julian con cada subida y bajada de su pr