El lejano sonido del teléfono resuena a lo lejos, como un eco difuso y despierta a Giorgia de aquel sueño profundo. El timbre resuena en su habitación como un martillazo y la obliga a abrir los ojos con pesadez. Se incorpora lentamente, con la cabeza embotada, como si hubiese bebido demasiado la noche anterior. Mira a su alrededor: la habitación está en orden, la sábana a medias sobre su cuerpo, y el silencio del departamento pesa más de lo habitual. Chase no está allí. De hecho, no hay rastro alguno de que alguien hubiese estado con ella.
«¿Qué sucedió anoche? —se pregunta, sin recordar absolutamente nada. Su mente se siente borrosa, como si hubiera recibido un fuerte golpe que le borró la memoria de las últimas horas. Además, sus sienes martillean insoportablemente y su garganta se siente reseca, como si tuviera resaca.
El teléfono insiste desde algún punto del departamento y Giorgia se levanta de la cama. Al hacerlo, el mundo gira bajo sus pies y tiene que volver a sentarse en la