El pasillo está en silencio, roto apenas por el eco lejano del ascensor. Giorgia no quita los ojos de Chase, que sigue recargado contra la pared junto a su puerta. La incomodidad se mezcla con una curiosidad forzada, mientras aprieta las llaves en su mano.
—¿Chase, qué haces aquí? —pregunta finalmente, con voz firme, aunque por dentro la duda la carcome.
Chase baja la mirada un instante y luego la fija en ella, con un gesto que parece sincero.
—Vine a disculparme, Giorgia. Por todo lo que está pasando… por lo que dicen en los medios. No es justo lo que te están haciendo.
El corazón de ella da un vuelco.
—¿Tienes algo que ver con todo esto? —inquiere con un hilo de desconfianza—. ¿Dijiste algo…? ¿Mentiste, Chase? ¿Inventaste que pasó más de lo que realmente pasó?
Él se endereza, la expresión herida.
—No. Nunca mentí. —Hace una pausa, como midiendo las palabras—. Joseph Lerner envió a alguien a interrogarme, sí. Pero solo dije la verdad. Nada más que la verdad.
Giorgia lo observ