La mañana se deshacía en tonos azulados, cuando Gabriele se sentó junto a Luka en el mismo sofá donde, hacía apenas unos días, habían tenido aquella conversación difícil. El ambiente estaba impregnado de un olor a café recién hecho y a una fragancia ligera que Luka siempre usaba, algo entre limpio y aterciopelado, como su esencia.
Gabriele jugueteaba infantilmente con la manga de su suéter, mientras Luka leía distraídamente un libro, con sus pies descalzos apoyados en la mesa baja. Finalmente, Gabriele inhaló profundo, reuniendo valor.
—Luka... —comenzó, su voz era baja, casi tímida.
Luka alzó la mirada de inmediato, como si algo en el tono de Gabriele lo alertara. Cerró el libro sin marcar la página y se volvió hacia él, dándole toda su atención.
—¿Qué pasa, cariño?
Gabriele sonrió de lado, inseguro. Se acercó un poco más, hasta rozar las rodillas de Luka con las suyas.
—Mis padres... van a celebrar su aniversario de bodas la próxima semana. —Se detuvo, midiendo sus palabras. — Harán