La noche pasó lenta entre sueños a medias y pensamientos que no daban tregua. A la mañana siguiente, Gabriele despertó impaciente y lleno de emoción. El sol se colaba entre las cortinas blancas, iluminando la habitación con una tibieza que parecía cómplice. Se levantó y caminó descalzo por el piso de madera, dejando que el frescor lo despertara del todo.
Eligió con esmero la ropa para el encuentro, no quería parecer demasiado producido, pero tampoco muy casual. Se decidió por una camiseta de color blanco, que dejaba ver sus delicados brazos y su hermosa piel dorada por el sol, unos jeans de color negro, que le caían con soltura. Unas botas de cuero y un reloj sencillo completaban la escena. Su cabello revuelto de forma natural parecía haber sido acariciado por el viento más que por un peine, se veía encantador.
Frente al espejo se observó un instante. había un rastro de expectativa en sus ojos. Luciano le había propuesto verse en un café apartado, uno de esos lugares escondidos en las