Elara
El tiempo para que todo se revele avanza terriblemente lento. Debería estar agradecida de que cada segundo se sienta como una hora, pero no puedo escapar de mis nervios. Un nudo se forma en mi estómago. No puedo estar cerca de los otros miembros de la Manada, me quedo en mi habitación.
Nadie tiene permitido entrar, pero los escucho charlando emocionados afuera. Al parecer, todos aman las carreras de la Manada. No hago nada más que observar el curso del sol e intentar pensar en qué voy a decir, cómo voy a sobrevivir.
Me pongo ropa holgada, que es lo que la mayoría de los miembros de la Manada usan cuando van a transformarse. Al menos parezco encajar un poco. Cuando son casi las cinco, estoy a punto de bajar cuando escucho un golpe en la puerta. ¿Ha venido mi destino a buscarme?
Al abrir la puerta de la habitación, mi padre está allí, con solo una camiseta sin mangas y unos shorts. —Hola, Calabacita —me saluda, y pongo lo